jueves, 15 de noviembre de 2018

La biblioteca de Luis



Los etnólogos, musicólogo, antropólogos y otros logos del montón utilizan el concepto de hombres-libro para referirse a esos hombres y mujeres que atesoran una enorme sabiduría popular; que contienen en su memoria cientos o miles de enseñanzas no escritas, leídas, orales… que difícilmente traspasarán cuando se mueran. Entre otras cosas porque no es solo importante saberlas, sino cómo contarlas. 

También he leído e incluso utilizado el término de “filosofía parda”, como si la moral y las enseñanzas de estos hombres-libro, por el hecho de construirse sobre recuerdos y oralidad, fueran pretendidamente más bastas, menos cultas. Como si la cultura se pudiese ordenar tan solo por niveles hegemónicos, urbanos y académicos.

Bien. Pues si tuviésemos que definir a Luis Marquesán Collados, el “Pastelero”, nos quedaríamos cortos con la de hombre-libro. Luis Marquesán no era un hombre-libro. Luis Marquesán era un hombre-biblioteca. Y por si fuera poco era algo muchísimo más difícil de ser: Luis era buena gente; algo que muchos no alcanzaremos a rozar con los dedos.

Yo, como cualquier hijarano de unas cuantas generaciones, he crecido con los dulces y turrones del Virgilio. Cuando mi padre entrenaba a los hijos del Luis, me traían en temporada retajos de mazapán y trufa que duraba lo que un suspiro. Con mi padre, que de vez en cuando le arreglaba alguna pieza de su maquinaria, visité algunas ocasiones el obrador mágico donde Luis, un alquimista de la tradición artesanal, elaboraba los mejores turrones del mundo.

Lo recuerdo un día trayéndole una caja (literal) de “sultanas” a mi padre, quien le había desafiado a ver si recordaba cómo se hacían después de décadas en un cuaderno de apuntes.

Educado, con una gran cultura y gran conversador, tenía metida en la memoria a generaciones enteras de hijaranos. Conocía las anécdotas y sucesos más rocambolescos y en su pequeño rincón de la memoria colectiva, guardaba con celo cuentos e historias.

Además era polifacético. Fue el último gaitero de la localidad tras la muerte del Tío Jorge. Guardaba su dulzaina, de la cual hicieron el modelo de dulzaina en sol que hoy en día se toca por todas las calles y plazas de Aragón. Y tuvimos el detalle, por parte de los organizadores del Encuentro de Gigantes de Aragón, de ofrecerle un pequeño obsequio para recordarlo.

Resultará extraño no oírle al pasar por la calle Mayor. Descansa en Paz Luis, que tu biblioteca encuentre allí donde estés mucha buena gente con quien charrar.


Víctor Guiu

domingo, 4 de noviembre de 2018

Los candiles de Albarracín

Edith Scott publica una nueva obra en la que nos sumerge en las comunidades sefardíes del Aragón del S.XV

La judería de Híjar también sale... para los amantes de su historia y de la literatura histórica.

Le damos las gracias y la enhorabuena a Edith.

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Fuente: https://www.sfarad.es/los-candiles-del-albarracin/



Sale a la luz , en inglés y español, una novela de Edith Scott en la que desde el reino de Aragón del S XV una muchacha judía nos envía un mensaje lleno de luz.


Habitualmente, la voz narrativa de las novelas históricas del sefardismo es , además de singular, masculina.  En esta ocasión, nos enfrentamos al reto intra-histórico de escuchar ( y entender)  la voz -en primera persona- de una sefardí de entonces, una voz de mujer que nos habla tanto de sí misma como de aquello  que fue;  y, en última instancia, de todos nosotros. O que habla para todos nosotros: el mensaje de la obra es una alegato sobre la necesidad de la tolerancia, esa forma de respeto ante la diferencia y la diversidad. Mudéjares, mozárabes, hebreos y cristianos.
La autora también se enfrenta a un reto. Doctora en Derecho por la Universidad de Harvard, y autora de varios libros -ensayos y opúsculos-  ésta es su primera incursión en el mundo de la novela, el especial ámbito de la ficción,  el mágico mundo de la fabulación de índole histórica, donde personajes de otro tiempo son capaces de hablarnos de nosotros en estos días.  ¿El truco para conseguir el milagro de la comunicación? No existe -a drede- la distancia lingüística que habría entre el habla de una muchacha sefardí del S XV –  Sara, perseguida por la Inquisición por pertenecer a una familia  de 1480- y las  jovencitas del XXI.
Al leer  esta novela , el lector viaja desde nuestro convulso tiempo  hacia el  no menos convulso tiempo de  esa Sara de entonces. Pero  resulta  que esa Sara , a su vez, huye del Aragón turolense de entonces para partir desde el puerto de Valencia a un destino que sólo puede descubrir la lectura de la obra. Tú vas hacia ella pero ella se va de todo. Hacia la luz.
A  través de unas páginas especiadas con  todas las manifestaciones  socio-culturales y artísticas  que conocemos al borde del Edicto de Granada, con evocaciones de procesos inquisitoriales reales de prominentes familias aragonesas -e incluso descripciones de autos de fe en la misma Zaragoza-  el lector irá hacia esa luz que,  como una milagrosa janukiá -la original está en el Museo Provincial-nos hará ver la necesidad de la convivencia compartida. Cada llama es un personaje. Cada personaje es una iluminación. Lo que con esa luz se puede ver sólo se puede ver  mirando  los espacios en blanco entre las palabras.
La novela de Edith Scott  Saavedra -sí, comparte apellido con Cervantes- no sólo conoce las palabras en español, sino que , de forma simultánea, está editada también en inglés -la lengua original de la redacción. Y esto es otra forma de luz, pues la realidad judía del Aragón del S XV no ha sido iluminada muchas veces en el ámbito internacional y se hace necesario que , a través de la lingua franca de nuestros días, el mensaje de  fraternidad inter-confesional  de esta novela pueda verse en todo el mundo.
Para comprar el libro, AQUÍ


https://www.amazon.fr/candiles-Albarracin-Edith-Scott-Saavedra/dp/1724788388 

jueves, 1 de noviembre de 2018

entretiempo

me gustaría si no les importa ponerles un poema de entretiempo. un poema que diga por ejemplo tengo y poseo un amor que se pone pardo en otoño pero que rechitará en febrero