martes, 31 de octubre de 2017

Desconcertado


DESCONCERTADO

Víctor Manuel Guiu Aguilar (colaboración Revista Crisis)

 

 

Desde el más estúpido desconcierto que reina en los antiguos reinos, hoy pasajeros, de nuestro viaje. Donde se abren vanos desconchados. Donde el adoctrinador adoctrina. Y piensa que su doctrina es la verdadera. Al pie del dogma, como un dominico envuelto en paño blanco o en trapo de colores. Desconcierta, encerrado el dogma en urnas llenas de servilletas usadas, palillos y colillas de cigarros aún encendidas.

 

Y es que  el hombre llano suele construirse con trazos gruesos. Trazos amparados por la imaginación de los intereses de otros. Y cuando remata el tejado del trazo, buscamos al otro como una razón suprema que nos proteja de nuestra más absoluta anomia. Como si nosotros, por ser, no fuéramos responsables de nuestras propias derrotas. Pero es mucho mejor imaginar que nos roban, imaginar que una conspiración nos atrapa en sus redes, imaginar que la más nimia vacuna nos hará más mal que bien. O aquella izquierda que fue concierto y que hoy se ha vuelto budista y bebe la medicina en vasos de agua con azúcar. Me desconcierto.

 

Avergonzados por no saber nos entregamos al despropósito de dejarnos aleccionar, de sobrepasar nuestro yo por las nuevas ideas de las nuevas religiones. La religión y el opio es un pensamiento único, desconcertante, amparado por miles de “followers” y “me gustan” de gente que siempre piensa lo mismo que nosotros. El otro es el que no piensa como yo. Y es facha, racista y dogmático, pues huye de mi dogma construido en catequesis suprema de la nueva horda que cada día construyo: la corrección. Una corrección que va y viene, según el aire, el tiempo o la tronada.

 

Aquellos que no querían doctrina pues, adoctrinan hoy con sus banderas hechas girones de verdad. Y el eterno retorno funciona como nunca.

 

“He modelado una bandera

que como todas es para quemar.

En colores negro y rojo sangre

por el placer de crear”

 

Eso cantaban Loquillo y Trogloditas cuando enarbolaban (benditas incoherencias) la bandera pirata.

 

Tu despropósito no es el mío, pero seguro que crece igual de equivocado.

 

Un concierto puede desconcertar, pero no es baladí. O esperar que todo pase. Igual de inútil. Igual de incertidumbre. Pero sólo tú tienes la verdad, no él.

 

¿Seré yo el que te desconcierte?

 

 

Ni yo ni él, ni tú. Será el que reconduzca caminos olvidados, donde el camino acaba… y el tonto sigue.

 

Aún así somos camino. Y tu camino son cruces. Son cruces sin retorno. Plagados por cruces de irreal oportunismo.

 

Después de todo, a cada cerdo nunca le llega su San Martín.

 

 

 

Ilusos navegando sobre las torpes narrativas actuales, donde a todos nos buscan un porqué, desconcertados.

 

Xenófobos vestidos de libertad pero anclados en sus rejas de cuatro barras. Xenófobos de grito y verdad absoluta.

 

Me desconcierto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario